Nacer en la policlínica La Arboleda es el
primer registro que tengo de mi vida, aunque no fue algo voluntario de mi parte
siempre me gustó el hecho de nacer en ese lugar; mi familia materna es chilena
así que he pensado que mi crianza no ha sido tan convencional como la
venezolana porque parte de mi pensamiento siempre ha creído que tener un legado
diferente al de tu entorno te hace especial y así es como me siento la mayoría
del tiempo y no es cuestión de ser presumido porque si se acercan a mis amigos,
seguramente dirán que lo que menos soy es eso. Si el dicho “Dios líbrame del
agua mansa que de la brava me libro yo” fuera una definición, entonces sería la
conceptualización de mi carácter, porque soy de aquellas personas muy
apacibles, amistosas, divertidas y muy sentimentales, pero al momento de
voltear la tortilla consigues orgullo, fuerza, agresividad y extralimitación.
Bajo un retrato que tengo en mi cuarto,
hay una foto que me tomaron en el zoológico en la cual me veo sonriendo de
forma descuidada porque no sabía que me estaban tomando esa foto y justo cuando
cumplí 18 años, tomé un marcador con tinta dorada y escribí sobre la imagen: “La
niñez más feliz”, porque quizás no viví ese periodo totalmente lleno de las
cosas que quería por capricho, sino que mis padres me dieron buenos valores y
herramientas morales que actualmente sigo usando.
Mi adolescencia sí ha sido mucho más
agitada y vulnerable sentimentalmente y eso es porque mi infancia fue una
burbuja que me protegía de la curiosidad y la exploración, pero todo esto
cambió apenas me mudé de Catia (lugar de crianza) a Guatire (lugar de
auto-descubrimiento), todo esto lo denomino de esta forma porque mis padres me
dieron todo lo bueno y me privaron de lo malo y/o lo desconocido en mi crianza,
por supuesto no digo que sea malo, pero eso me llevó a darme cuenta de algunas
cosas muy tarde (a mi parecer). Todo en Guatire fue raro, rápido y excitante, aquí
descubrí mi amor a la música, a la poesía y la cultura, pero lo más importante
fue descubrir, conocer y apreciar mi identidad sexual. Soy gay y me siento
bien.
Retomando la oración del párrafo anterior,
debo decir que me tardé diecinueve años en modularla y no me interesa si esta oración protagónica lingüísticamente
parece simple, porque es tan potente que fue capaz de volverme adulto; soy
quien quiero ser, la dirección y sentido son dos cosas que yo intentaré domar
para lograr alcanzar mis sueños y ambiciones. Es tan fácil vivir, pero tan difícil
sobrevivir y cada uno de nosotros será la prueba de eso al momento de
superarnos a nosotros mismos. Que Rubén Darío nos agarre confesados